¿Qué cosas nos dan pereza?
Ir al gimnasio, ponerse a estudiar, levantarse de la cama, salir de la ducha, empezar un proyecto, bañarse en agua fría, socializar con desconocidos…
¿Qué tienen todas esas cosas en común? Que habitualmente dan pereza. Que cuesta hacerlas. Quizá, incluso te canses sólo de pensar en ellas.
Pero, ¿por qué ese tipo de acciones, y no otras, son las que nos suelen causar pereza? En otras palabras, ¿Qué tienen en común todas las acciones que nos da pereza o que nos cuesta tomar?
Si te paras a pensar un poco, te darás cuenta de que las cosas que te dan pereza son aquellas que requieren cambiar de inercia o ir en contra de ella.
La Ley de la Inercia
En física, la Ley de Inercia enuncia así: Todo cuerpo que está en reposo tiende a seguir en reposo, y todo cuerpo que está en movimiento tiende a seguir en movimiento. Esto explica la corriente de un río, el movimiento de rotación de la tierra y por qué es tan difícil parar un tren.
Pero esta ley aplica también en la vida diaria. Explica por qué te cuesta levantarte cuando llevas dos horas tirado en el sofá, por qué te cuesta hablar cuando todo el mundo está callado o por qué te cuesta más estudiar o trabajar después de vacaciones.
La inercia puede actuar tanto como fuerza impulsora como represora, dependiendo de si te facilita o dificulta la acción. En el caso de las acciones que dan pereza, la inercia actúa como fuerza represora.
¿Por qué sentimos pereza?
La causa evolutiva de la pereza no es otra que ahorrar energía. En un entorno de escasez como en el que evolucionamos, dejarse llevar por la inercia dominante era normalmente mucho más provechoso que enfrentarse a ella, y desperdiciar energía. Por eso el ser humano hoy en día es perezoso.
Llegados a este punto, estarás de acuerdo conmigo en que nos cuesta o nos da pereza tomar las acciones que desafían la inercia dominante. Pero déjame romperte los esquemas.
Cuesta más pensar que hacer
Lo que te cuesta no es tomar ciertas acciones, sino sobreponerte en tu mente a las fuerzas que te echan para atrás. O sea, lo díficil no es actuar, sino convencerle a tu mente de que te dé la motivación para hacerlo.
En otras palabras, lo que te cuesta no es hacerlo, sino tomar la decisión de hacerlo. Y estamos hablando en todo momento de una decisión que lleve a la acción de forma inmediata en unas determinadas circunstancias, no de decidir hacer algo en un futuro.
No te cuesta levantarte de la cama, sino decidir levantarte de ella. No te cuesta ducharte con agua fría, sino decidir encender la ducha. No te da pereza ponerte a estudiar, sino decidir hacerlo. No te cuesta romper el hielo para iniciar una conversación o hacer un comentario, sino decidirlo.
Y te preguntarás…
¿Acaso no es lo mismo decidir hacer algo y hacerlo?
Pues no, no es lo mismo. Porque decidir hacer algo implica encontrar la motivación saliendo victorioso en la batalla que libran fuerzas represoras e impulsoras en tu mente. Mientras que hacer algo implica eso, simplemente hacerlo, ejecutar la acción sin pensar ni esperar a que te llegue la motivación.
Te propongo hacer un ejercicio para comprobarlo.
Túmbate o siéntate en algún lugar y quédate quieto durante 5 segundos. Luego, piensa en levantarte, con todas tus fuerzas, durante 20 segundos.
Una vez hayan pasado, levántate. ¿Qué te ha cansado más, pensar en levantarte o tomar la acción de levantarte? ¿Qué te ha costado más, levantarte o decidir hacerlo? Si eres más valiente, puedes hacer lo mismo con una ducha de agua fría.
Lo mismo se aplica a las acciones que nos da miedo tomar porque se encuentran fuera de nuestra zona de confort. Al final, permanecer en tu zona de confort no deja de ser una inercia, porque tiendes a ello. Y no cuesta tanto salir de ella como decidir hacerlo.
La clave para vencer la pereza pasa por entender que:
Cuesta más pensar en hacer algo que hacerlo. Cuesta más pensar en romper una inercia limitante que romperla sin pensar.
De hecho, cuanto más pienses en hacer algo que te cuesta hacer, más te va a costar decidir hacerlo. Cuesta más ganar la batalla en tu mente que actuar en el mundo real. Cuesta más decidir actuar que actuar.
Así que la próxima vez que te pilles a ti mismo pensando en hacer algo que te cuesta, detente. No vuelvas a pensar en hacer algo que te da pereza o miedo hacer hasta que no lo hayas hecho o lleves un rato haciéndolo.
La regla de los 3 segundos
Se trata en darte 3 segundos para actuar desde que empiezas a pensar en hacer algo que te da pereza o te cuesta hacer. Cuando empiezas a contar, no hay vuelta atrás, tienes que hacerlo.
Al darte sólo 3 segundos logras evitar tener que decidir hacerlo, que es lo que verdaderamente cuesta hacer.
Esta regla también funciona para las cosas que te dan miedo. Porque tanto el miedo como la pereza están en tu mente, y si actúas sin pensar ni dejarte llevar por tus emociones logras deshacerte de ambos.
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