La teoría de los dos yo y los dos tipos de felicidad

Según el psicólogo Daniel Kahneman, en cada uno de nosotros habitan dos yo, que tienen distintas preferencias y concepciones de la felicidad, del placer y del dolor. 

¿Cuáles son los dos yo?

Por un lado, tenemos al yo que experimenta, que vive, piensa y siente en el presente. Y, por el otro, tenemos al yo que recuerda, que, como su propio nombre indica, se encarga de rememorar y evaluar experiencias pasadas. Conozcamos más a cada uno de ellos.

El yo que experimenta 

Este yo es el que responde a preguntas como “¿Te duele aquí si te toco?” O, “¿Cómo te sientes ahora mismo?”

Vive la vida de forma continua, experiencia tras experiencia. Imagínalo si quieres como un coche que se desplaza desde un punto hasta otro, que pasa por todos los puntos intermedios, pero no se detiene ni repara en ninguno de ellos.

Lo más impactante de todo es que, para este yo, todas las experiencias que vive se pierden totalmente. 

El yo que recuerda

Este yo es el que responde a preguntas como «¿Qué te ha parecido la película?», «¿Repetirías las vacaciones?» O, «¿Cómo de satisfecho estás con tu vida?»

Este yo almacena recuerdos en forma de historias. Y, al igual que en las historias que inventamos, las partes más importantes de estas historias son los cambios, los eventos significativos y, sobre todo, el final. ¿Cuántas veces un mal final ha «estropeado» un libro, una película o incluso unas vacaciones? La realidad es que lo único que se ha estropeado es nuestro recuerdo de todo ello, porque un mal final no tiene la capacidad de alterar toda la experiencia anterior. 

Una de las características más importantes del yo que recuerda es el olvido de la duración. Para este yo la duración de la historia es irrevelante, por lo que el recuerdo de dos semanas muy felices en la playa no será mejor que el de un día muy feliz allí. 

El enigma de la experiencia frente a la memoria

La toma de decisiones

Se ha comprobado que las personas tomamos decisiones en base únicamente al yo que recuerda, aunque éstas contradigan al yo que experimenta. 

Por ejemplo, puede que hayas pasado una tarde muy aburrida solo en casa, pero que al final de ella te dieran una buena noticia y que tu recuerdo de esa tarde quedase anclado a las emociones positivas que te generó. Y que, como consecuencia, al día siguiente decidas hacer lo mismo. 

O puede ocurrir todo lo contrario. Puede que te lo has pasado genial en una fiesta pero que se te quede un recuerdo horrible porque al llegar a casa descubriste que habías perdido la cartera. 

Vamos a seguir tomando decisiones en base a nuestros recuerdos, pero podemos tomar conciencia de estos errores cognitivos para evitar perjudicar nuestra experiencia. Por ejemplo, desviando conscientemente nuestra atención del final de la historia construida por el yo que recuerda. 

La felicidad

En mi opinión, una teoría consistente sobre la felicidad debería de tener en cuenta a estos dos yo. Por un lado, estaría el bienestar que experimentamos (felicidad del yo que experimenta), y por el otro, el grado de satisfacción que sentimos al pensar en nuestra vida (felicidad del yo que recuerda). Desgranemos cada uno:

Bienestar experimentado

Este «tipo» de felicidad se puede medir, ya que es el resultado de una serie de procesos químicos cerebrales. Por ejemplo, si estamos enfermos, nuestro grado de bienestar experimentado será muy bajo. Por el contrario, si estamos disfrutando de nuestra comida favorita rodeados de gente que queremos experimentaremos un mayor bienestar.

Cómo podemos aumentar la felicidad del yo que experimenta

Todo aquello que nos provoque emociones positivas y sensaciones agradables o placenteras aumentará nuestro bienestar experimentado. Esto se puede conseguir principalmente a través de 3 vías:

El hedonismo

Aquí entrarían todas aquellas actividades que nos producen algún tipo de placer, normalmente ligado a la producción de ciertos neuroquímicos u hormonas. Los ejemplos más típicos son la comida, el sexo, el juego, el contacto social y el ejercicio físico.

Una salud óptima

Si nuestro bienestar experimentado viene definido en última instancia por la química de nuestro cuerpo, una salud óptima será nuestra mayor aliada para aumentar la calidad de nuestra experiencia.

El estado de flujo

El concepto de fluir, acuñado por el psicólogo Mihály Csíkszentmihályi, se refiere al estado mental en el cual una persona está completamente inmersa en la actividad que ejecuta. Parece que pasar tiempo en estado de flujo aumenta nuestro bienestar experimentado. Este estado se puede conseguir realizando actividades que requieran toda nuestra atención y en las que el reto percibido esté más o menos equilibrado con nuestro nivel de habilidad.

Grado de satisfacción con nuestra vida

Es lo bien o mal que nos sentimos al pensar en cualquier aspecto de nuestra vida. Este «tipo» de felicidad es mucho más abstracto, ya que depende totalmente de dónde pongamos nuestra atención al hacerlo. 

Por ejemplo, si acabas de tener un hijo o si acabas de conseguir el trabajo de tus sueños es probable que te sientas muy satisfecho con tu vida. Esto ocurre porque cuando te paras a pensar en tu vida te enfocas en ese ancontecimiento. 

Se ha comprobado que las personas reportan un distinto grado de satisfacción con su vida al hacerles preguntas que cambian su enfoque. Puesto que no es lo mismo que al responder estén pensando en su último gran logro que en la discusión que tuvieron con su pareja. 

Cómo podemos aumentar la felicidad del yo que recuerda

Como este tipo de felicidad es más abstracto y difícil de medir, resulta bastante más complejo estudiarla. No obstante, podemos concluir que todo aquello que nos haga sentirnos más satisfechos o plenos al pensar en nuestra vida nos ayudará a aumentarla. A continuación, propongo algunas ideas:

Vivir con propósito o sentido

Se trata de sentir que nuestras acciones sirven a un propósito más grande que nosostros mismos, o que nos llevan hacia una dirección hacia la que queremos avanzar.

Vivir de acuerdo a nuestros valores

Si no vives de acuerdo a lo que es importante para ti, resulta muy difícil que cuando mires atrás estés satisfecho con tu vida.

Tener relaciones satisfactorias

Las relaciones sociales son una parte esencial de nuestra vida, por lo que la calidad de nuestras relaciones nos será de vital importancia a la hora de evaluar el grado de satisfacción que sentimos con nuestra vida.

Filtrar nuestros recuerdos y pensamientos

Si los recuerdos no son más que construcciones mentales inestables, ¿Por qué no intervenir en ellos? Ante algo que nos ocurre, podemos decidir conscientemente dónde ponemos nuestra atención y cómo lo interpretamos. Esto cambiará cómo nos sentimos acerca de ello, porque lo que sentimos no es consecuencia de lo que nos pasa, sino de lo que pensamos acerca de lo que nos pasa.

Así, si nos centramos en aquello que nos hace sentir bien y enfocamos los acontecimientos y experiencias de la vida con una actitud positiva, nuestra felicidad al pensar en ello aumentará.

En cuanto a nuestros pensamientos acerca del futuro, la cosa es bien distinta. Si bien parece que mantener una actitud optimista hacia el futuro aumenta nuestros niveles de felicidad, esto depende de la persona y puede ser contraproducente, puesto que la disonancia entre nuestras expectativas y la realidad puede tener consecuencias muy negativas en nuestros niveles de satisfacción con la misma.

Conflictos entre ambas concepciones de la felicidad

El problema viene cuando lo que aumenta nuestro bienestar experimentado disminuye la satisfacción que sentimos con nuestra vida, y viceversa. Por ejemplo, un estilo de vida hedonista podría impedirnos lograr nuestro propósito en la vida o atentar con nuestros valores.

Así, para vivir una vida plena, será fundamental encontrar nuestro equilibrio personal entre la felicidad de nuestros dos yo.

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